Manolito
Gafotas:
Un cumpleaños feliz
por Elvira Lindo
Mi abuelo no quería
celebrar su cumpleaños. Dijo que no, que no y que no. Mi madre le decía:
—Pero papá, ochenta
años no se cumplen todos los días.
—Gracias a Dios —dijo
mi abuelo—. Sólo faltaba que ese disgusto se lo dieran a uno cada dos por tres.
—¡Sí, abuelo! Nosotros
te lo preparamos, invitas a tus amigos, compramos una piñata... —ya me lo
estaba imaginando.
—Y dentro de la piñata
podéis meter pastillas para la artrosis, pastillas para la incontinencia,
pastillas para la tensión... —mi abuelo estaba por verlo todo negro—. Si invito
a mis amigos esto puede parecer un asilo. No me gusta, todo esto lleno de
viejos, de dentaduras postizas, de juanetes, no quiero. Además, ¿qué amigos
tengo yo?
—El abuelo de Yihad
—le dije yo.
—Le digo al abuelo de
Yihad que venga a mi cumpleaños y se mea de la risa. Los viejos no celebran el
cumpleaños, eso no se ha visto nunca. ¿Queréis también que apague ochenta
velitas?
—¡Sí! —dijimos el
Imbécil y yo, que a veces estamos de acuerdo.
—Yo apago ochenta
velas y me enterráis después del Cumpleaños
feliz.
El Imbécil y yo
empezamos a cantar el Cumpleaños
feliz. Ese tipo de canciones siempre las cantamos a dúo y dando patadas en
las patas de la mesa. Es nuestro estilo: la canción melódica. Mi abuelo seguía
en lo suyo:
—Y encima, como eres
viejo, la gente sólo te regala bufandas, te llenan el armario de bufandas. Ni
una corbata, ni un frasco de colonia, ni un chaquetón tres-cuartos, sólo
bufandas.
—Pues dinos lo que
quieres que te regalemos —mi madre no se da por vencida tan fácilmente.
—¡Nada! No tengo nada
que celebrar, no tengo amigos y no tengo ganas de cumplir ochenta años; lo
único que tengo son bufandas de los cumpleaños anteriores.
Dicho esto mi abuelo
se metió en el cuarto de baño para ponerse los dientes postizos, porque se iba
a tomar el sol con el abuelo de Yihad. Mi abuelo no es de los que les gusta
tomar el sol sin dientes. Cogió la puerta y se fue. El Imbécil y yo nos
quedamos con el Cumpleaños
feliz en la boca.
Yo hasta ese momento
no había conocido a nadie que no quisiera celebrar su cumpleaños. Incluso mi
madre, que desde hace muchos años sólo quiere cumplir 37, lo quiere celebrar, y
lo avisa muchos días antes para que mi padre se acuerde y le compre un
brillante, un visón o una batidora con unas cuchillas mortales, que es lo que
al final le acaba comprando siempre.
Después del portazo de
mi abuelo pensé que mi madre se iba a enfadar, porque si hay algo que a ella no
le gusta en la vida es que le lleven la contraria. Así que el Imbécil y yo nos
quedamos muy callados porque en esos momentos es muy facil que te la cargues
por lo que sea; como estornudes un poco fuerte se te puede caer el pelo, y no
precisamente por el estornudo. Pero no, mi madre no se enfadó, siguió quitando
la mesa como si tal cosa. Ya lo dijo mi padre un día del año pasado: “Ella es
imprevisible.”
La madre imprevisible
no volvió a nombrar el cumpleaños de mi abuelo, y el famoso día A (A de Abuelo)
se acercaba peligrosamente. La víspera de aquel miércoles misterioso, mi madre
me llamó a su cuarto y cerró la puerta. Yo me eché a temblar inmediatamente y
le dije:
—Yo no lo hice con
mala intención, fue el Imbécil que sacó los polvorones del mueble-bar y quería
ver cómo se espanzurraban si los tirábamos por el balcón. Resultó que el que
tiré yo fue el que le cayó a la
Luisa en la chepa.
—No te llamaba por
eso, Manolito.
Hay veces en la vida
que me precipito a la hora de pedir disculpas, y ésta había sido una. Por
primera vez en la historia no me llamaba para echarme una bronca terrorífica;
me dijo que iba a celebrar el cumpleaños de mi abuelo por encima del cadáver de
quien fuera.
—Pero si él no
quiere...
—Lo que él quiera o no
quiera a nosotros no nos importa.
Así es mi madre, ni el
Papa es capaz de hacerla cambiar de planes. Me gustaría a mí que viniera el
Papa a decirle a mi madre si tiene que celebrar o no un cumpleaños. Mi madre es
la máxima autoridad del planeta, eso lo saben hasta extraterrestres como
Paquito Medina.
Mi madre trazó un
plan, un plan perfecto, el plan más perfecto que una madre ha trazado desde que
existe vida en el globo terráqueo. El plan consistía en lo siguiente:
a) Me iría con mi
abuelo a llevar al Imbécil al médico. ¿Qué por qué llevábamos al Imbécil a
médico? Porque tenía mocos, pero daba igual, si no hubiera sido por los mocos
hubiera sido por otra cosa, porque el Imbécil no sale del médico; es el típico
niño que lo coge todo. ¿Por qué? Porque chupa toda la caca del suelo. Pero
vamos a dejar esa historia. Si te contara las guarrerías que hace el Imbécil no
podrías volver a comer en tu vida.
b) Mientras nosotros
estábamos en el médico, mi madre iría al súper a comprar provisiones para la
fastuosa merienda colosal.
c) A las seis de la
tarde, en casa. Los invitados seríamos: mi padre, mi madre, la Luisa , el marido de la Luisa , yo y el Imbécil.
¡Qué rollo repollo de
cumpleaños! Le pregunté a mi madre si se lo decía al abuelo de Yihad, pero mi
madre se acordó de que mi abuelo había dicho que le daba corte invitar a un
amigo viejo. Pues nada, sin amigo viejo.
Antes de salir de la
habitación mi madre dijo:
—Y como me entere de
que vuelves a tirar polvorones por la terraza, vas tú detrás.
Fuente: http://www.imaginaria.com.ar/05/1/manolito.htm
- Preguntas
de comprensión lectora:
·
¿De quien es el cumpleaños dentro
de poco? ¿Cuántos años cumple?
·
¿Quieres celebrarlo? ¿Por qué quiere/ no
quiere celebrar su cumpleaños?
·
¿Qué le regalan siempre al abuelo?
¿Le gusta que le hagan ese regalo?
·
¿Se celebrará finalmente el
cumpleaños? ¿Quién organizará la fiesta?
·
¿Qué travesura confiesa Manolito?
- Expresión escrita:
¿Cómo
celebras tus cumpleaños? ¿A quién invitas? ¿Dónde lo celebrais? ¿Qué soléis
hacer? ¿Qué coméis? ¿También sopláis velas?
Escribe una pequeña redacción (5 líneas) sobre como celebras tu
cumpleaños o el de tus amigos o familiares.
Ejercicio extra:
Completa los huecos en blanco con el vocabulario, pincha aquí para acceder.
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