jueves, 17 de enero de 2013

Manolito Gafotas: Un cumpleaños feliz


Manolito Gafotas:
Un cumpleaños feliz

Mi abuelo no quería celebrar su cumpleaños. Dijo que no, que no y que no. Mi madre le decía:
—Pero papá, ochenta años no se cumplen todos los días.
—Gracias a Dios —dijo mi abuelo—. Sólo faltaba que ese disgusto se lo dieran a uno cada dos por tres.
—¡Sí, abuelo! Nosotros te lo preparamos, invitas a tus amigos, compramos una piñata... —ya me lo estaba imaginando.
—Y dentro de la piñata podéis meter pastillas para la artrosis, pastillas para la incontinencia, pastillas para la tensión... —mi abuelo estaba por verlo todo negro—. Si invito a mis amigos esto puede parecer un asilo. No me gusta, todo esto lleno de viejos, de dentaduras postizas, de juanetes, no quiero. Además, ¿qué amigos tengo yo?
—El abuelo de Yihad —le dije yo.
—Le digo al abuelo de Yihad que venga a mi cumpleaños y se mea de la risa. Los viejos no celebran el cumpleaños, eso no se ha visto nunca. ¿Queréis también que apague ochenta velitas?
—¡Sí! —dijimos el Imbécil y yo, que a veces estamos de acuerdo.
—Yo apago ochenta velas y me enterráis después del Cumpleaños feliz.
El Imbécil y yo empezamos a cantar el Cumpleaños feliz. Ese tipo de canciones siempre las cantamos a dúo y dando patadas en las patas de la mesa. Es nuestro estilo: la canción melódica. Mi abuelo seguía en lo suyo:
—Y encima, como eres viejo, la gente sólo te regala bufandas, te llenan el armario de bufandas. Ni una corbata, ni un frasco de colonia, ni un chaquetón tres-cuartos, sólo bufandas.
—Pues dinos lo que quieres que te regalemos —mi madre no se da por vencida tan fácilmente.
—¡Nada! No tengo nada que celebrar, no tengo amigos y no tengo ganas de cumplir ochenta años; lo único que tengo son bufandas de los cumpleaños anteriores.
Dicho esto mi abuelo se metió en el cuarto de baño para ponerse los dientes postizos, porque se iba a tomar el sol con el abuelo de Yihad. Mi abuelo no es de los que les gusta tomar el sol sin dientes. Cogió la puerta y se fue. El Imbécil y yo nos quedamos con el Cumpleaños feliz en la boca.
Yo hasta ese momento no había conocido a nadie que no quisiera celebrar su cumpleaños. Incluso mi madre, que desde hace muchos años sólo quiere cumplir 37, lo quiere celebrar, y lo avisa muchos días antes para que mi padre se acuerde y le compre un brillante, un visón o una batidora con unas cuchillas mortales, que es lo que al final le acaba comprando siempre.
Después del portazo de mi abuelo pensé que mi madre se iba a enfadar, porque si hay algo que a ella no le gusta en la vida es que le lleven la contraria. Así que el Imbécil y yo nos quedamos muy callados porque en esos momentos es muy facil que te la cargues por lo que sea; como estornudes un poco fuerte se te puede caer el pelo, y no precisamente por el estornudo. Pero no, mi madre no se enfadó, siguió quitando la mesa como si tal cosa. Ya lo dijo mi padre un día del año pasado: “Ella es imprevisible.”
La madre imprevisible no volvió a nombrar el cumpleaños de mi abuelo, y el famoso día A (A de Abuelo) se acercaba peligrosamente. La víspera de aquel miércoles misterioso, mi madre me llamó a su cuarto y cerró la puerta. Yo me eché a temblar inmediatamente y le dije:
—Yo no lo hice con mala intención, fue el Imbécil que sacó los polvorones del mueble-bar y quería ver cómo se espanzurraban si los tirábamos por el balcón. Resultó que el que tiré yo fue el que le cayó a la Luisa en la chepa.
—No te llamaba por eso, Manolito.
Hay veces en la vida que me precipito a la hora de pedir disculpas, y ésta había sido una. Por primera vez en la historia no me llamaba para echarme una bronca terrorífica; me dijo que iba a celebrar el cumpleaños de mi abuelo por encima del cadáver de quien fuera.
—Pero si él no quiere...
—Lo que él quiera o no quiera a nosotros no nos importa.
Así es mi madre, ni el Papa es capaz de hacerla cambiar de planes. Me gustaría a mí que viniera el Papa a decirle a mi madre si tiene que celebrar o no un cumpleaños. Mi madre es la máxima autoridad del planeta, eso lo saben hasta extraterrestres como Paquito Medina.
Mi madre trazó un plan, un plan perfecto, el plan más perfecto que una madre ha trazado desde que existe vida en el globo terráqueo. El plan consistía en lo siguiente:
a) Me iría con mi abuelo a llevar al Imbécil al médico. ¿Qué por qué llevábamos al Imbécil a médico? Porque tenía mocos, pero daba igual, si no hubiera sido por los mocos hubiera sido por otra cosa, porque el Imbécil no sale del médico; es el típico niño que lo coge todo. ¿Por qué? Porque chupa toda la caca del suelo. Pero vamos a dejar esa historia. Si te contara las guarrerías que hace el Imbécil no podrías volver a comer en tu vida.
b) Mientras nosotros estábamos en el médico, mi madre iría al súper a comprar provisiones para la fastuosa merienda colosal.
c) A las seis de la tarde, en casa. Los invitados seríamos: mi padre, mi madre, la Luisa, el marido de la Luisa, yo y el Imbécil.
¡Qué rollo repollo de cumpleaños! Le pregunté a mi madre si se lo decía al abuelo de Yihad, pero mi madre se acordó de que mi abuelo había dicho que le daba corte invitar a un amigo viejo. Pues nada, sin amigo viejo.
Antes de salir de la habitación mi madre dijo:
—Y como me entere de que vuelves a tirar polvorones por la terraza, vas tú detrás.

Fuente: http://www.imaginaria.com.ar/05/1/manolito.htm

  • Preguntas de comprensión lectora:
·         ¿De quien es el cumpleaños dentro de poco? ¿Cuántos años cumple?

·          ¿Quieres celebrarlo? ¿Por qué quiere/ no quiere celebrar su cumpleaños?

·         ¿Qué le regalan siempre al abuelo? ¿Le gusta que le hagan ese regalo?

·         ¿Se celebrará finalmente el cumpleaños? ¿Quién organizará la fiesta?

·         ¿Qué travesura confiesa Manolito?

  • Expresión escrita:
¿Cómo celebras tus cumpleaños? ¿A quién invitas? ¿Dónde lo celebrais? ¿Qué soléis hacer? ¿Qué coméis? ¿También sopláis velas?  Escribe una pequeña redacción (5 líneas) sobre como celebras tu cumpleaños o el de tus amigos o familiares.



Ejercicio extra: 
Completa los huecos en blanco con el vocabulario, pincha aquí para acceder.

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